Gárgolas insomnes

Mayo 31 de 2009

Para terminar este mes, corregiré algunas omisiones cometidas en los textos que permanecerán aquí, en el portal o la página principal del blog, durante unos días, al menos mientras escribo y publico el primer texto de junio. Se trata inevitablemente de una miscelánea que ustedes, sabios y doctos lectores selectos, sabrán disculpar. Empecemos con Mario Benedetti por estar entre lo más reciente, una vez que su muerte le dio mayor vigencia, como suele ocurrir... Coincidentemente, yo había citado unos días antes aquello de que "el pesimista es un optimista bien informado". Aunque no lo crean, esa frase pretende ser un haikú, porque Benedetti no era precisamente un gran escritor; era un gran hombre, por muchas razones, pero no un gran escritor. Nueve años después de su trabajo en equipo con Joan Manuel Serrat, que dio como resultado
El sur también existe (1985), hubo otra obra conjunta: Historia de vampiros, canción contenida en el disco Nadie es perfecto (1994), cuyo tema principal es Niño silvestre. La idea de Historia de vampiros es por lo menos bastante original, pero su conversión en letra de canción deja mucho qué desear, por la manía de recurrir a palabras de más en aras de la métrica y, en segundo lugar, la rima. Eso, por lo visto, era un sello que marcaba el estilo de Benedetti. Por lo demás, no es exagerado afirmar que Historia de vampiros está entre el ingenio y la genialidad. En resumidas cuentas, es la historia de un vampiro "abstemio de sangre" que hacía proselitismo a favor de beber agua, hasta que otros de su especie lo sacrificaron y entonces descubrieron que tenía razón, por lo que su víctima es ahora "venerado como un mártir" y los vampiros beben agua en vez de chupar sangre. ¡Vaya ocurrencia! Supongo que nueve de las diez personas que leen este blog ya conocen la canción, así que mi resumen es para la décima musa. La música es fantástica...

Esta es la tercera vez que cito el pretendido haikú; la primera vez dije además que el título de la principal biografía de Benedetti es El aguafiestas (su autor, Mario Paoletti). El contexto de este par de referencias era el intolerable optimismo de cierta locutora de Radio Educación en un momento que el mundo se caía en pedazos y la humanidad sufría una de sus más grandes tragedias, una que ponía en peligro inclusive su existencia. Afortunadamente, por salud mental, ya no escucho Radio Educación. Yo también soy abstemio: no bebo, no voto, no escucho radio ni veo televisión, vivo en un ostracismo que me pone a salvo de los políticos que Hermann Bellinghausen se lleva a la cama, duerme con ellos, sueña con ellos y, al despertar, los desayuna para seguir padeciéndolos el resto del día y terminar vomitándolos. En su momento hice mías las palabras de Bellinghausen, pero ahora rectifico, porque no hay actitud más reaccionaria que el repudio a la política. Habría que declarar, en todo caso, el fin de la era de los partidos políticos por una sociedad civil crítica y actuante, no apolítica ni agazapada por epidemias de miedo inducido.

Al rememorar en otro texto a quienes murieron porque eran demasiado buenos para un mundo tan malo como el que tenemos porque así lo hemos hecho, cometí una omisión imperdonable: Amado Avendaño hacía honor a su nombre; mientras la miseria, la podredumbre y la mierda, que arrastran como cauda ominosa el apellido "humanas", concurren en San Cristóbal de Las Casas, la capital internacional del miedo (que si acaso es una enfermedad, allí hay pandemia) y otras debilidades mentales y de carácter, patológico ambiente que sigue siendo caldo de cultivo idóneo y propicio para la histeria colectiva, los linchamientos morales y la propagación de chismes y rumores, difamaciones y calumnias, desconfianzas paranoicas y hermetismos inútiles, como pestes infrahumanas que ofenden a los cochinos, los marranos, los puercos, animales incapaces de cochinadas, marranadas y porquerías semejantes a las de un amplio tipo de gente que no es más que basura de la peor o más bien peor que la basura... rodeado él mismo de un hediondo séquito de culeros, don Amado era una persona buena, en el buen sentido de la palabra, noble, de auténtica generosidad, a diferencia de quienes se quedaron sin máscara con el levantamiento zapatista y se descararon como lo que siempre fueron en el fondo: mercenarios, "generosos" por fuera y mezquinos por dentro. Aunque sea demasiado tarde, muchas gracias por todo, "compañero de sector y de partido", que es mucho lo que debo agradecer personalmente, lo que todavía te debo, querido colega, Amado Avendaño. Seguiremos adelante. Hasta siempre.

[] Iván Rincón 6.04 PM

Mayo 24 de 2009

Purgatorio (2008), de Roberto Rochín Naya, es una película que amerita ser vista más de una vez; inclusive es necesario para entenderla a cabalidad, para captarlo todo. Se trata de tres relatos independientes, cuya única relación es la autoría original de Juan Rulfo con un guión del propio Roberto Rochín en colaboración con Elías Nahmías y Tomás Pérez Turrent. Los dos primeros capítulos están filmados en blanco y negro y parcialmente coloreados en escenas esporádicas donde el color nunca llena la pantalla; el estilo de la imagen puede considerarse como experimental aquí. El tercer episodio, en cambio, está filmado a colores y es un poema visual tradicionalista y preciosista, entre macabro, melancólico y erótico, de belleza espectral (con efecto mate y tonos sepia). El sonido en los dos primeros casos -pretendidamente experimental también- resulta de calidad muy desigual y es lo primero que da al traste con esta obra de arte; en segundo lugar las debilidades actorales y en tercero el micrófono invade el cuadro y sabotea definitivamente una sutil aproximación a la perfección estética, técnicamente audaz, pero fallida (la Cineteca Nacional, por su parte, se encarga de llevar hasta sus últimas consecuencias este autosabotaje). El micrófono que se asoma, por cierto, es más bien pequeño y eso explica el nivel o desnivel del audio y la necesidad de recurrir al doblaje, sobre todo en los diálogos del segundo capítulo. Antonio Diego Fernández, que es el sonidista más chingón de la pradera, usa micrófonos grandes, los más grandes que existen, no se anda con pichicaterías.

"Eso que para los humanos es el purgatorio es sólo la prisión del alma por el cuerpo". Con estas palabras, leyenda del cartel publicitario, comienza la película. El primer relato es Paso del Norte, que forma parte de El Llano en llamas (1953). Los dos siguientes son Un pedazo de noche y Cleotilde, tomados de El gallo de oro y otros textos para cine (1980). El primero en ser filmado fue Un pedazo de noche (1995), el segundo fue Paso del Norte (2001) y el tercero Cleotilde (2007), por lo que hay doce años sumados entre el principio y el final de la realización que une los tres relatos en la misma película, aunque no es unidad propiamente, sino conjunto o conjunción.

Comparada con la marihuanada infumable que escribió Carlos Fuentes y dirigió Carlos Velo en los años sesenta, que supone la primera adaptación de Pedro Páramo (1955) al cine, Purgatorio "es una cinta fielmente rulfiana", como dice Jaime Avilés, pero cualquiera que haya leído El Llano en llamas notará que Roberto Rochín y colaboradores aumentaron ligeramente Paso del Norte, hicieron más complejo o menos sencillo el relato. Según la película, Bonfilio (Fidel Cerda) es embestido por un coche en la Ciudad de México, a donde llega en busca de su esposa, que huyó con un vendedor. Toda la historia parece una sucesión de recuerdos en su último instante de vida y termina cuando es enterrado el ataúd, lo que sirve para ligar el siguiente capítulo, cuyo protagonista es un sepulturero. Nada de eso ocurre en el relato de Rulfo. Todos los hechos están contenidos en el diálogo del protagonista sin nombre con su padre (Justo Martínez); su esposa huye con un arriero y el padre le dice que se fueron "por ahí", así que él se va a buscarla "por ahí"; así de simple.

El segundo capítulo, Un pedazo de noche, es calificado por Jaime Avilés como "una auténtica joya", pero personalmente hay algo que me pone de mal humor y no logro detectarlo con precisión; quizá sea el doblaje de los diálogos y el hecho de que Miguel Rodarte en el papel de Isidro, el sepulturero, más que actor, parece un imitador de Pedro Armendáriz. El personaje además es encimoso, lapiento, arrastrado, punto menos que insoportable. Para peguntarle a una prostituta cuánto cobra, hace un ademán de limosnero. Dolores Heredia, en cambio (salvo cuando fuma o profiere: "Paso a creer"), hace bien el papel de Lucía, la puta callejera que será su cónyuge. Una escena del reflejo en un charco de agua que se agita y desaparece al paso de una bicicleta es lo más rescatable de este segundo episodio.

En seguida, vemos al demacrado Pedro Armandáriz hijo, encarnando a don Julio, que no ha dormido en ocho días con sus respectivas noches, atormentado por la culpa y el remordimiento, así como por los fantasmas que invaden su mente deteriorada en la senilidad insomne. Ana Claudia Talancón personifica a Cleotilde, su joven esposa, a quien el viejo hacendado confunde por momentos con su tía Cecilia, cuyo recuerdo guarda en la memoria desde niño por un marcado complejo de Edipo. Cleotilde exclama: "¡Ponte en juicio, por favor! ¡Ya me tienes hasta aquí!", y entonces uno confirma que Ana Claudia Talancón, con todo lo guapa que es, ni por asomo es una gran actriz. Como el anterior, este capítulo empieza en un cementerio y, como el primero, termina dentro de un ataúd, lo que imprime a la película un sello profundamente necrófilo.

El resto de los actores hacen muy bien su trabajo. La fotografía de Arturo de la Rosa y Alfonso Aguilar es espléndida (quizá demasiado contrastada a ratos). Acorde con la trama, la música de Gerardo Tamez y Dmitri Dudin contribuye con diversidad y uno que otro sobresalto a las atmósferas rulfianas. La ambientación de México en los años cincuenta, época del fracaso de la revolución y nuestra caída en la modernidad, es cuidadosamente recreada hasta el más mínimo detalle y perfecta.

"Yo no me preguntaría por qué nacemos, pongamos por caso, pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan miserable la vida. ¿En dónde radica la fuerza de nuestra miseria?" Con estas palabras termina la película... y la reseña.

[] Iván Rincón 2.35 PM

Mayo 21 de 2009

Trazos de la sonrisa y el llanto de Aleida

He visto por segunda vez el documental Trazando Aleida, de Christiane Burkhard, que invita a la reflexión; es evidente ese propósito y lo consigue. Personalmente, me invaden muchas preguntas y me obsesionan. Para empezar: ¿Qué fue de los padres biológicos de Aleida Gallangos? ¿Seguirá buscándolos ella después de haber encontrado a su hermano? ¿Qué piezas deben moverse ahora? Hasta donde entiendo, su abuela, quien empezó esta búsqueda, tiene la esperanza de encontrarlos con vida y, así como acusa al "gobierno" mexicano de su desaparición, le exige su presentación con vida. "Vivos los llevaron, vivos los queremos", es la consigna popular en todos los países con desaparecidos políticos. "Ni olvido ni perdón, cien años de prisión", es otra consigna. Pero México parece estar enfermo de amnesia o algún otro tipo de debilidad mental. Mientras en Argentina, el ex dictador Jorge Rafael Videla fue juzgado, condenado y encarcelado a perpetuidad, junto con presos comunes, en esta ilusión que llamamos República no ha sido juzgado nadie por desaparición forzada, un delito que no prescribe porque atenta contra la humanidad, como el genocidio, ni por tráfico de niños recién nacidos, ni por detención ilegal o secuestro, ni por tortura, ni por nada, aun cuando existe información suficiente, desde las órdenes de los presidentes genocidas hasta los nombres de quienes participaron, por ejemplo, en el asalto a la "casa de seguridad" donde fueron detenidos los padres de Aleida. ¿Qué hace falta para que los peores criminales de la dictadura del dinero reciban el castigo que merecen, además del repudio popular, en México, el país de las elecciones más caras del mundo y donde los presidentes se imponen paradójicamente con golpes de estado apoyados en las fuerzas armadas? Algo anda mal aquí. ¿Por qué la familia de Aleida ha hablado tres veces con Rosario Ibarra y ella no muestra interés en este caso? ¿Por qué los padres adoptivos del hermano de Aleida se esconden? ¿Por qué Enlace México no publica lo que envío sobre la búsqueda infatigable de Clara Anahí Mariani y el proceso a Videla? ¿Por qué Daniel Iván, director de La Voladora Radio y representante de AMARC en México, ni siquiera me contesta? Por lo visto, aunque los desaparecidos políticos nos faltan a todos, falta mucho para lograr la sensibilidad que reclama este asunto? Los ratones y las ratas de archivo hemerográfico, dedicados por entero a leer chismes policíacos, se involucran en la búsqueda exhaustiva... de su propio beneficio, de lucro y reconocimiento personal? El documental de Christiane Burkhard hace un aporte invaluable a la sensibilización política, pero la Cineteca Nacional lo sabotea, exhibiéndolo en un formato que demerita sustancialmente... a saber si es DVD o "video digital"; lo cierto es que ve del carajo. Y ni siquiera nos dicen de antemano que no es una película de carrete lo que veremos, sino un formato basura, como si el público ya estuviera acostumbrado a que así es la onda allí. La Jornada, en honor a la costumbre, cambió el título por el de Tranzando Aleida (sic). En fin. Habrá que hacer lo propio, poner cuanto haya de nuestra parte, aportar lo que esté en nuestras manos, para que el mundo cambie, para que ocurra un milagro, aunque Dios no exista, aunque a veces pienso que, si Dios existiera, sería un pobre diablo o un hijo de la chingada.

En cambio, Christiane Burkhard tiene la fortuna de haber conocido a Aleida Gallangos y haber seguido sus pasos hasta el encuentro con el hermano. Por su parte, Aleida es una mujer muy noble, muy auténtica, de entrañable sonrisa y mirada triste. Los trazos de su identidad dibujan también el mapa de un oscuro capítulo en la historia de México, el de la "guerra sucia", que de tan sucia oscurece la conciencia pública, opaca la memoria colectiva, empaña la mirada popular a nuestro pasado y lo impregna de oprobio, de injusticia, de opresión, de miseria, de podredumbre humana, de mierda. Por algo nace la rebeldía; por algo la dignidad se levanta y las mujeres y los hombres que la enarbolan, como los árboles, viven y mueren de pie, son su propia estatua, nuestro estandarte.

Por último, no solo son desaparecidos políticos los que nos faltan a todos; también faltan las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez y otros lugares... Detrás de la barbarie genocida está el poder político siempre y detrás el poder fáctico del crimen organizado que sirve de pretexto al ejercicio del poder formal por la fuerza pública al servicio de intereses privados. Desde el poder se habla de narcoguerrillas; desde la lucha armada se habla de narcogobierno. La espiral de la violencia y la serpiente que se muerde la cola circundan a la gente que lucha por vivir y vive por luchar, para ponerle fin a la ignominia, un hasta aquí a la impunidad, para romper el círculo de complicidad, para que no haya presos políticos, sino políticos presos y policías presos y militares presos. Alguien ha tenido siempre que decir ya basta, se acabó; alguien tiene que decirlo de nuevo, una vez más, mil veces más, pero algo falta, algo aparte de los desaparecidos, "falta lo que falta"... espero que no sean cojones y agallas.

[] Iván Rincón 7.07 PM

Mayo 18 de 2009

Mario Benedetti envió una carta al EZLN disculpándose por su ausencia en el Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo y por la Humanidad. Esa carta fue un acto de presencia lejana. Otras personalidades públicas enviaron misivas similares o con el mismo fin, pero solo recuerdo la de Benedetti porque hablaba de sus alergias como excusa, y el maestro de ceremonias durante la inauguración en Oventic, un personaje de pasamontañas con labia de comediante, acaso conductor de un programa cómico de televisión, cambió la palabra alergias por alegrías, y el mensaje de Benedetti resultó involuntariamente humorístico también. El animador corrigió su lectura después con un sentido del humor que aumentaba el buen ánimo de todos allí. No hay calificativo más acertado en este caso que animador. "Miren cómo quedó la carta", dijo con voz de guajolote, y mostró un papel arrugado a más no poder. "Es que se enojó conmigo por leerla mal. ¡No es cierto! Se enojó porque se sentaron encima de ella. ¡Miren cómo la dejaron! Parece oreja de elefante". Obviamente, quiso decir ojera.

Benedetti era un personaje igualmente divertido. Una ocasión que lo entrevistaron en televisión, el entrevistador agradeció sus palabras como si hubieran sido las más importantes en su vida (la del entrevistador, que también es escritor, por cierto), y don Mario le contestó: "Bueno, bueno, bueno", con una palmada en el hombro.

Nunca me pareció un gran escritor, pero estoy entre quienes lo quisimos, quizá por cuanto dijo, más que por la forma en que lo hizo (con palabras sobrantes); quizá por su congruencia o coherencia ideológica, esa que hace de los dichos y los hechos una misma persona, de una sola pieza. Octavio Paz, en cambio, era un buen escritor, pero como persona era detestable por su ideología cambiante, acomodaticia y francamente reaccionaria y retrógrada en sus últimos años. Si alguien lamentó la muerte de Paz ha de ser uno que otro pendejo, algún hipócrita o alguien de su calaña (léase los Krauze, apellido del "historiador" que recomienda olvidar los crímenes del pasado en México para empezar desde cero, sin rencores, borrón y cuenta nueva). Julio Cortázar tampoco era un buen escritor, mucho menos un buen traductor y muchísimo menos de Edgar Allan Peo. Jorge Luis Borges, en cambio, tenía una prosa y una poesía envidiables (salvo por su falsa erudición, que personalmente me resulta casi insoportable), pero era un ser ambiguo y, algo muy curioso y significativo, es gente ambigua la que más admiración profesa por Borges, así sea estrictamente por su obra, gente política y sexualmente ambigua (me consta).

Quizá Benedetti era querible también por la expresividad de su rostro, más que la de sus palabras, especialmente por su bondadosa mirada y su bigotona sonrisa... El caso es que murió, como suele ocurrir. Después de su trabajo con Alberto Favero y Nacha Guevara, vino Joan Manuel Serrat y el resultado fue más bien decepcionante, como el de Serrat y Eduardo Galeano; algo ha fallado en esos casos inexplicables; pero en su momento, El sur también existe (1985) fue muy importante para mí porque en aquella época yo escribía poesía y creía ingenuamente que viviría de eso, aunque trabajaba como dibujante en una fundidora, y tenía la idea de escribir sobre los dos Méxicos, el geográficamente norteamericano y el culturalmente latinoamericano. El sur también existe se refiere al continente y dice con otras palabras lo que yo quería decir sobre México. Desde entonces escucho con simpatía ese disco, pero también con la sensación de que tiene un "bajo perfil".

A un periodista / editor, entre la gente más mediocre que he tratado en la vida, le causa mucha risa que yo haya sido dibujante en una fundidora. Más risa ha de causarle que Héctor Ramos Aguilar, después de ser reportero de Imevisión y luego radioreportero, fue director general de Comunicación Social en la PGJDF, pero antes fue vendedor en El Palacio de Hierro. Alguna vez escribí cómo nos conocimos Hermann Bellinghausen y yo, y la sucesión anecdótica terminaba con un pleito en un tugurio de putas donde Héctor Ramos, después de una correría que duró toda la noche, me dejó morir solo. Habíamos sido amigos desde la adolescencia y dejamos de serlo ese día. Si acaso publiqué aquí la historia, la despubliqué inmediatamente, pero ya reconstruiré de nuevo los hechos en un ejercicio de memoria y finalizaré como lo hacía, diciendo que Bellinghausen nunca me pagó por el reportaje sobre el pueblo tenek de San Luis Potosí que, firmado por mí, publicó su revista México indígena, que después cambió de nombre a Ojarasca y ahora es un suplemento de La Jornada. Por ahora diré nada más que el mediocre periodista / editor que se burla de que yo haya sido dibujante en una fundidora es el que "chivateó" las triquiñuelas de Jesús Ramírez Cuevas, de esconder un texto mío para que no se publicara. El mediocre periodista / editor -que no menciono por su nombre porque le haría un gran favor- dijo también que la idea de hacer carrera pasando por encima de otros, como hace Jesús Ramírez, es la escuela de Carlos Monsiváis, uno de los padrinos del aburridamente aludido Ramírez Cuevas. Otro de sus padrinos es el mismísimo Hermann Bellinghausen. Vayan ustedes a saber si esa es o no la escuela de Monsiváis. Lo seguro es que, unos años después, don mediocre hizo exactamente lo mismo que su "chivateado" colega, filtrando una entrevista que hice a la brillantísima y carismática Ángeles Maestro, entonces diputada de Izquierda Unida, y que transcribí para la revista Viento Sur, entonces dirigida por Adolfo Gilly. El mediocre confesó en una borrachera, cínica y descaradamente, que había bloqueado mi entrega por simple y llana envidia, porque él no tenía ni la más mínima posibilidad de escribir un ensayo teórico, hecho que amerita por lo menos una golpiza y, en el caso de alguien tan rencoroso como yo, no prescribe. Adolfo Gilly es una de las personas más brillantes que he conocido, pero ha cometido muchos y muy grandes errores en la elección de sus pupilos y colaboradores. Monsiváis y Bellinghausen también son indudablemente brillantes, pero...

¿Tiene algo de risible haber trabajado como dibujante en una fundidora, digo, además de lo que me pagaban? ¿Tú qué opinas, querido Mario Benedetti? No te digo adiós, porque tampoco te vas ni te llevan; te quedas en un lugar de honor que guarda la memoria colectiva o, por lo menos, la mía. ¡Salve, compañero! ¡Salute y hasta siempre!

El sur también existe, del sur llegan a México vientos de rebeldía y dignidad, vientos del sur traen a mi celda en esta ciudad el rumor de la selva, un grito hecho pueblo, un canto de amor y libertad...

[] Iván Rincón 10.43 PM

Posdata rencorosa. Hablando de "historiadores" que recomiendan la amnesia, como Enrique Krauze, que además propuso la participación de México en la destrucción de Irak y Afganistán a cambio de un acuerdo migratorio con Estados Unidos, y su clan es el más entusiasta y activo promotor en México y otros países a favor del terrorismo de Israel contra Palestina... hablando de gente nefasta, en el texto anterior aludo a una persona amnésica y mitómana que se dice historiadora y me escribió, entre otras cosas, que había encontrado a su padre y no es ningún asesino-traficante de niños recién nacidos. ¡Felicidades! (en caso de ser verdad), pero tampoco era un desaparecido político, ¿o sí? ¡Caray! ¡Qué feliz coincidencia! Además de reclamarme por decir que es amnésica y mitómana, confirma que es amnésica y mitómana, que tiene algo de oligofrénica y esquizofrénica y que ninguna de sus enfermedades sicológicas le quita lo deshonesta, estúpida y cobarde; por el contrario, ampararse en la demencia para difamar a alguien desde un falso papel de víctima es doblemente deshonesto y doblemente cobarde. Este personaje, por cierto, es de los que dicen "las muertas de Juárez" y dicen mucho con esa frase. Aleida Gallangos no encontró a su hermano gracias a la ayuda del personaje, sino a pesar de su ayuda. El documental Trazando Aleida, de Christiane Burkhard, no tiene mérito por la colaboración del personaje, sino a pesar de su colaboración. Gilly, Monsiváis y Bellinghausen se equivocan en la elección de cierta gente porque son humanos; nadie es infalible, y yo he cometido muchos errores en el mismo sentido, pero puedo afirmar públicamente que siempre ha sido al creer que determinada persona es buena, valiosa, honesta... Nunca he detestado a nadie en vano; jamás he tenido tirrias gratuitas; en eso mi instinto ha sido excepcionalmente infalible, infaliblemente certero, desafortunadamente acertado, y me importa un carajo si esta presunción resulta odiosa. Si de odio se trata, nunca fallo y jamás ofreceré disculpas ni pediré perdón por creer que alguien es una cucaracha. Al reportero precioso, por ejemplo -que también es innombrable-, lo detesto desde que nos conocimos en San Cristóbal de Las Casas durante los días del levantamiento zapatista; llegó a ser el héroe de todos los "jornaleros" (corresponsales y enviados, incluido Bellinghausen, el "enviado permanente") y tuvieron que pasar muchos años para que un buen día lo escucháramos dándole consejos por teléfono a Kamel Nacif contra Blanche Petrich. Lo más aberrante es que La Jornada sigue solapando a ese hijo de la chingada. Algún día, antes de que este blog pase a mejor vida, haré pública mi discusión con Humberto Musacchio, por la que he dicho más de una vez que es un cobarde... otro personaje deshonesto, estúpido y cobarde. Algún día destaparé la cloaca sin tapabocas. Si la impartición de justicia en este país fuera justa, en vez de presos políticos, habría políticos presos, junto con todas las cucarachas que se atraviesan en nuestro camino porque abundan, pero después resulta que son las mismas de siempre. Afortunadamente, existe la justicia por propia mano y la violencia como recurso válido, legítimo, que a veces no es el último, sino el único.

[] Iván Rincón 10.43 PM

Mayo 15 de 2009

Cuando supe que Juan Gelman había encontrado a su nieta, esa noticia me pareció un auténtico milagro y tocó fibras muy sensibles y profundas en mi alma, pero yo estaba solo y no tenía con quién compartir lo que sentía; la gente a mi alrededor, empezando por mi familia cercana, ignoraba inclusive quién es Juan Gelman, hecho que yo no podía disculpar. Mejor solo que hablar con gente que no aporta nada y, por el contrario, lo empobrece a uno, se decía entonces mi otro yo y se lo dice aún. Yo sabía de la búsqueda que Gelman hacía con una dignidad que me inspiraba respeto y admiración, así como desprecio a los ignorantes del caso. Los hijos del poeta y periodista argentino, junto con su nuera embarazada, habían sido víctimas del Plan Cóndor, con el que la CIA coordinaba la cacería inhumana perpetrada por las dictaduras militares en América Latina desde mediados de los años setenta hasta principios de los ochenta, particularmente en Chile, Argentina y Uruguay. Juan Gelman encontró los restos de su hijo en 1995 y después a su nieta viva en 2000; los restos de su hija y su nuera siguen desaparecidos, como los de miles de personas que torturó y asesinó el terrorismo de estado auspiciado por el imperialismo gringo...

El hallazgo de la nieta coincidió con una ocasión que Patricia Vega dedicó la columna que escribía en La Jornada a la organización HIJOS de México y su Escrache a los genocidas. Yo había conocido a representantes de la organización HIJOS de Argentina y de las Madres de la Plaza de Mayo en 1996, durante el Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo y por la Humanidad. En una emotiva plática ofrecida entonces por las Madres, los asistentes nos enteramos de que los hijos recién nacidos de los desaparecidos políticos eran botín de los secuestradores, torturadores y asesinos seriales en el poder usurpado. Cuando Patricia Vega informó sobre los hijos residentes en México y su búsqueda de la identidad arrebatada, junto con la vida de sus padres, así como del juvenil Escrache para que los genocidas no estén tranquilos en ningún lado, le envié un comentario pidiéndole el contacto con esos chavos y ella respondió que se los haría llegar junto con mi dirección, pero nunca me escribieron. La experiencia del correo electrónico era relativamente nueva todavía para mí.

Pasaron nueve años y me sumé a Facebook, la competencia de hi5, en donde hice contacto inmediatamente con HIJOS de México y Aleida Gallangos, la protagonista de otra búsqueda, en este caso de su hermano biológico, de quien fue separada cuando eran niños (dos y cuatro años de edad, respectivamente), luego de que la policía política y el ejército federal detuvieron y desaparecieron a sus padres, que militaban en la Liga Comunista 23 de Septiembre. El más sórdido capítulo de la guerra sucia en México es anterior a las dictaduras militares del Cono Sur, pero en algo es idéntico: uno de sus efectos es el encuentro o desencuentro de muchos jóvenes con una identidad familiar hasta entonces negada, oculta en unos casos y ocultada en otros... Trazando Aleida (2007) es un documental de Christiane Burkhard acerca de la búsqueda y el hallazgo de Aleida Gallangos, es el seguimiento de un drama personal que representa el de muchas otras familias mutiladas y esparcidas por el fascismo a la mexicana.

En Facebook, Ana Valentina, de HIJOS México, me envió una invitación a la presentación del documental en la Cineteca Nacional con la presencia de la realizadora y la familia de Aleida Gallangos. Yo había "agregado" a Ana Valentina a mis "amigos" por ser la "administradora" de Pentagrama en Facebook, herramienta que también Aleida Gallangos usa para entrelazar a más gente como ella. Fui a la cineteca esperando conocer a Aleida, que no asistió porque está en Washington con su hermano, pero conocí a Ana Valentina; me presenté con ella y platicamos un rato; estaba con Modesto López y Marta de Cea, a quienes yo creía conocer desde que existe Pentagrama. Como Ana se fue a tomar unas fotos, me quedé con Marta y Modesto, y les pregunté desde cuándo la conocían. "Desde que nació", contestaron riéndose de que fuera yo tan pasguato; entonces me di una palmada en la frente. ¡Qué chiquito es el mundo! Ahora entiendo. Modesto se exilió en México durante la dictadura militar en Argentina y se quedó a vivir aquí...

Acerca del documental diré nada más que resulta muy conmovedor, aunque el calificativo es cursi y no el documental; uno sonríe y llora con Aleida Gallangos, comparte su emoción con simpatía y solidaridad. Supongo que el momento más esperado por todos, no solo por mí, es el encuentro con el hermano, hecho que nunca vemos, lo cual es comprensible dadas las circunstancias y en esa medida no decepciona, como tampoco decepciona que sea evidente y audible el doblaje desde las primeras escenas. Lo que sí decepciona -y mucho- son los créditos, pues aparecen por lo menos dos nombres de personajes impresentables que contaminan este meritorio esfuerzo. Se trata de alguien que, en tiempos de la Fiscalía Especial, colaboró con la PGR en el "hallazgo" de restos de supuestos desaparecidos políticos que resultaron ser osamentas prehispánicas, alguien que dice ser hija de un desaparecido político y la verdad es que no tiene ni la más remota idea de quien es su padre (podría ser un asesino-traficante de niños recién nacidos), alguien que descalifica a HIJOS México y al Comité Eureka (ahora trabajan juntos) por buscar gente viva en vez de cadáveres, que difama cobardemente y asume al mismo tiempo un papel de víctima y mártir, y su farsa le funciona con gente de escasa inteligencia, aunque la suya no es precisamente abundante, alguien que miente compulsivamente y, como suele ocurrir con la mayoría de los mitómanos, es amnésica. Vaya paradoja: alguien que padece de amnesia, entre otros males mentales (que no la hacen menos deshonesta), se dice historiadora. En el segundo caso, el nombre de un "periodista" que, en vez de periodismo, hacía propaganda zapatista, se autodefine como "anarquista" y ahora es asesor de AMLO, después de haber sido pupilo de Juan Luis Concheiro (uno de los personajes más tranzas y corruptos del PRD), aparece en los agradecimientos finales. Por lo demás, insisto en que el trabajo tiene mucho mérito, en un doble sentido, a saber, tanto la búsqueda emprendida por Aleida a partir del encuentro con su abuela, quien hace una búsqueda previa, como el puntual seguimiento del caso.

Comenté con la directora lo anterior, brevemente... Ella es muy accesible y tiene muy buena vibra, pero es un poquito dispersa, así que acordamos comunicarnos por escrito. Afortunadamente, así como los genocidas, secuestradores, torturadores y cómplices terminan teniendo su expediente público, aunque vivan y mueran en la impunidad, la gente miserable, que vale un carajo, pero logra que uno lea sus nombres en el lugar menos indicado y los vomite, por lo visto en esta ocasión, también acumulan un expediente personal de vileza y pequeñez. No conocí a Aleida Gallangos, pero conocí a su abuela y puedo resumir, sin temor a exagerar, que es un ser entrañable. Gracias a gente como ella y como el señor Juan Gelman ocurren milagros que son triunfos de la memoria y derrotas del olvido, éxitos de la vida presente y fracasos de la muerte pretérita. Gracias a gente como esta, los oportunistas, arribistas y acomodaticios no importan o importan lo que uno quiera que importen, o sea, muy poco o nada. Los milagros laicos de resurrecciones ateas hacen que uno se sienta menos solo en el vacío, menos isla en este mar de miseria humana.

[] Iván Rincón 2.11 AM

Mayo 9 de 2009

Rebelión en la granja

¡Qué actualidad tan trágica la de ese título! No hay puercos más marranos que los cerdos en el poder; los que viven a campo abierto o en chiqueros son animales muy nobles, inteligentes y limpios en comparación con los de Granjas Carroll (el foco de origen -que no laboratorio- de la nueva epidemia) y comparados también con la gente, la única especie animal que puede producir un virus y propagarlo con fines de lucro y afianzamiento en el poder, militarizando todo, inclusive un aparato de sanidad prácticamente desmantelado y convertido ahora en escuadrón de policía fascistoide. Nuestra miseria quedó al desnudo con este brote de influenza en México, no solo por la dramática escasez de recursos médicos (de investigación científica mejor ni hablar), sino sobre todo por tratarse de una enfermedad que afecta especialmente a los pobres, es decir, a la mayoría de la población con una salud raquítica por otra gran miseria, la de valores éticos y morales de los puercos en el poder, que ahora pretenden eliminar la filosofía de la educación media superior con la misma lógica rapaz que redujo la función social del estado a su papel rector y dejó a la nación, empezando por su administración pública, en manos privadas. La muerte de mexicanos con enfermedades curables es la rémora más vergonzosa de este país, por la extrema pauperización de las condiciones de vida y el desamparo criminal que la circunda, y además -no hay que olvidarlo- es una de las principales causas del levantamiento zapatista, que, ante el desastre del capitalismo y el capitalismo del desastre (Naomi Klein dixit), renueva su vigencia y validez, pues lo que mata a los pobres, antes que las enfermedades, es el sistema social en crisis, que no la crisis del sistema social.

Habrás notado que la palabra virus se escribe igual en plural que en singular, como crisis, quizá porque su efecto multiplicador, su naturaleza masiva, hace impensable un virus aislado, solitario. Cuando se habla de un virus en particular se trata de un tipo de virus en plural, es decir, que siempre ataca en masa, como una turba, una jauría, una manada. Quizá la palabra crisis, por su parte, se escribe igual en ambos casos por la misma razón que la palabra caos no tiene plural, o sea, porque no lo necesita, porque lo abarca todo, arrasa con todo a su paso, rompe y corrompe todo lo que toca, más o menos como la peste que infesta este planeta y nada más los ilusos y optimistas (eufemismo de idiotas sin remedio) siguen llamando humanidad.

A decir de Mario Benedetti, los pesimistas somos optimistas bien informados; a decir mío, los pesimistas somos simplemente realistas, y los optimistas viven en el limbo.

Tanta cochinada emergió de la cloaca infrahumana con la nueva cepa de influenza que ahora son personas quienes contagian a los cerdos. ¡Qué vergüenza! Ningún animal llamado irracional para distinguirlo del homo sapiens es más irracional que la barbarie "humana" o alcanza una degradación semejante a las torturas en Abu Grail o Guantánamo. Ni todos los otros animales y vegetales juntos contaminan más que la gente o son depredadores más voraces; ninguna plaga es capaz de tanta destrucción como la nuestra, la de nuestro planeta, la de nosotros mismos como especie, pues de humanidad solo nos queda el nombre, una insignificante palabra en los discursos demagógicos.

"Que el mundo fue y será una porquería", es la neta.

[] Iván Rincón 6.00 PM

Posdata anecdótica. Hace unos días me detuvo la policía en la calle arbitrariamente y lo primero que hizo el patrullero fue ofrecerme la mano en un sentido nada metafórico; además de "identificarme", pretendía hacer una "revisión de rutina". Como habrás de suponer, el pobre diablo acabó humillado. Hay que estar a la defensiva con esas bestias, porci-las-dudas, que al parecer no están enteradas de ninguna emergencia sanitaria o tienen una noción muy otra de la asepsia, por lo que son potenciales vehículos de los virus de siempre y del que ahora las personas contagian a los pobres marranos.

[] Iván Rincón 6.06 PM

Mayo 1 de 2009

Fascismo en turno

A partir del reciente decreto dictatorial de Felipe el espurio, las siglas de la Secretaría de Salud son SS, como las del Schutzstaffel (Escuadrón de defensa) del partido nazi alemán. Por lo demás, tampoco hay diferencia. Desde el 25 de abril, la SS mexicana puede allanar "todo tipo de local o casa habitación", aislar gente y ser ejemplo a seguir por países como China, inspeccionar pasajeros, vehículos y equipajes, "evitar congregaciones de personas en cualquier lugar de reunión", regular el "tránsito terrestre, marítimo y aéreo, así como disponer libremente de todos los medios de transporte de propiedad del Estado y de servicio público", usar también con entera libertad los medios masivos de comunicación, realizar grandes compras sin necesidad de licitación pública y, en casos no previstos explícitamente, hacer y deshacer cuanto se le antoje al usurpador de Los Pinos con el auxilio del aparato de seguridad del estado. Además, desde el 30 de abril, la SS dispone de "recursos financieros por mil 670 millones de pesos (dizque) para atender la contingencia sanitaria".

Todo lo anterior es congruente con el paquete de reformas a la Ley de Seguridad Nacional enviado por Felipe Calderón (Fecal) al Senado de la República el 23 de abril, dos días antes de la publicación de su decreto dictatorial en el Diario Oficial de la Federación. Se trata de cuatro iniciativas que pretenden regular la participación de las fuerzas armadas en el combate al crimen organizado, introduciendo la "declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior" como nueva figura legal, o sea, legalizar el despliegue militar de facto, que es anticonstitucional, convertir en regla general el estado de excepción y la suspensión "temporal" de las garantías individuales.

En los hechos, la militarización de la seguridad pública, además de causar constantemente violaciones graves a los derechos humanos, ha sido ineficaz. En los hechos, hay estados de sitio, donde no existe libertad de tránsito, ocurren allanamientos ilegales, detenciones arbitrarias, incomunicación, tortura, diversos atropellos al debido proceso, incluso asesinatos, por parte de militares en funciones policíacas. Chiapas y Oaxaca son los principales laboratorios de esta tiranía que tendencialmente se extiende a todo el país.

Por si eso fuera poco, el ejército federal mexicano participa en maniobras militares dirigidas por el Pentágono, hecho anunciado como tal en Washington el 6 de abril y aprobado ignominiosamente por el Senado "mexicano" unos días más tarde, no obstante que también es violatorio de nuestra carta constitucional y pone fin a la tradición pacífica de México en el contexto internacional. ¿Alguien olvida que lo primero en hacer por Felipe el espurio tras su golpe de estado fue pagar el apoyo de las fuerzas armadas, aumentando sueldos y prestaciones, principalmente a los altos mandos? ¿Qué falta por ceder todavía para militarizarlo todo en este país? ¿Qué sigue ahora? ¿Nombrar "generalísimo" al enano supremo?

[] Iván Rincón 6.19 PM

Abril 28 de 2009

Del cerco sanitario al estado de sitio

Las causas y los causantes de la emergencia que hoy cunde en México y se extiende a otros países del mundo están perfectamente identificados. El brote del virus mutante que amenaza con alcanzar el nivel de pandemia fue detectado a tiempo suficiente para evitar que se propagara. ¿Por qué lo ocultaron? ¿Por qué siguen dosificando, escatimando, tratando de controlar la información y reducirla a simples declaraciones y avisos de decisiones que afectan a todos sin consultar a nadie? ¿Será acaso porque su origen está en el sistema de relaciones entre el poder formal y el poder fáctico, el interés general y el particular, la administración pública y la iniciativa privada, y porque su caldo de cultivo es la pauperización de la mayoría de la población por ese sistema de relaciones minoritarias, y porque es una gran oportunidad de lucrar todavía más con la desgracia de este país y mantenerlo a ralla, oprimido, reprimido, sometido, sojuzgado?

Como émulo de Bush el pequeño, que usó el 11-S de pretexto para desplegar a lo ancho y alto su tiranía, Felipe el espurio recurrió primero a la "guerra" contra el crimen organizado (por su propia clase) para legitimar el uso de la fuerza que lo impone y en la que se sostiene, y ahora aprovecha al máximo esta nueva epidemia de influenza y su efecto sicológico en la sociedad para aplicar de facto el proyecto primigenio de Ley Gestapo, imponer un régimen de excepción o estado de sitio con toque de queda que, desde luego, restringe las libertades y los derechos civiles, al aislar individuos, allanar casas y locales, revisar objetos personales de pasajeros y transeúntes, y evitar aglomeraciones humanas (la multitudinaria manifestación del primero de mayo, por ejemplo). Además de suspender parcialmente las garantías individuales, el usurpador de Los Pinos se permite a cambio hacer compras cuantiosas sin licitación pública, todo por decreto unilateral, dictatorial, que le otorga facultades discrecionales para llevar, en resumen, hasta las últimas consecuencias su golpe militar y paramilitar, policiaco y parapoliciaco, y adueñarse del país.

A grandes males, grandes negocios; río revuelto, ganancia de usurpadores.

La similitud entre la tentación totalitaria o fascismo en ciernes a la mexicana y la pesadilla bushiana es asombrosa, pues así como la red terrorista de Osama Bin Laden es producto del Pentágono y la CIA, Los Zetas son una banda paramilitar integrada originalmente por desertores del ejército federal mexicano con entrenamiento kaibil. Y los ataques terroristas del 11-S tuvieron su continuación en forma de ántrax. La historia se repite, primero como tragedia y después como farsa, carácter que la hace aún más trágica en nuestro caso. Recordemos que al golpe de estado salinista siguió el quinazo y más tarde el chupacabras. Lo mismo que Salinas hace Fecal, pero en grande; lo mismo que Bush el pequeño, pero a menor escala, con la contradictoria diferencia de que su as criminal en la manga puede colapsar al país entero y escamotearse a cualquier forma de control, pues avanza rápidamente hacia la parálisis nacional, empezando por esta ciudad, la más grande y caótica del planeta, secuestrada por la ebrierard y el enanismo magno.

Por lo pronto, ya tenemos nuevos préstamos y más deudas, que pagaremos todos los mexicanos, aunque los beneficiarios sean dos o tres laboratorios farmacéuticos trasnacionales y sus contratistas calderónicos amafiados. Aunque lo diga Ofelia Medina con su protagonismo insoportable, se trata de una fría y objetivísima neta: "La cifra de muertos por la influenza porcina (sic), aún no supera la de un solo día de muertes infantiles por desnutrición en México". Pero lo último que harían los pordioseros y limosneros neoliberales sería destinar el financiamiento contingente a "un programa nacional de emergencia alimentaria". La prioridad de los golpistas son las fuerzas armadas, que hoy distribuyen tapabocas en la calle y mañana tirarán las puertas de potenciales portadores de un virus que tiene mucho más tiempo gestándose y se llama descontento, inconformidad y rebeldía, para taparnos la boca de manera menos amistosa.

Al azuzar el pánico, la histeria colectiva, el miedo social, al provocar masivamente alarma y zozobra, el desgobierno espurio logra que la sociedad civil ceda en los hechos el control de todo al aparato del estado. Al aplicar esta "doctrina del shock" o "capitalismo del desastre", como dice Naomi Klein, la "dictadura de las supermarcas" justifica un repunte del totalitarismo, a cuya tentación no resiste ningún tirano. El pueblo asustado se repliega, abandona el terreno público para refugiarse en el ámbito privado, bajo la influencia de los medios nosivos de comunicación (en tierra de desinformación, el rumor el rey). Entonces el poder opera libremente, a su arbitrio y albedrío, con absoluta impunidad. "A cualquier costo". Ese es el cálculo de la catástrofe o crisis sanitaria que ahora nos venden con la etiqueta de influenza, un gélido cálculo de ganancia política y económica. Falta ver como reacciona, en el sentido más amplio del término, el polo mayoritario de la sociedad, a ver si en efecto somos simplemente un rebaño...

[] Iván Rincón 8.38 PM

Abril 16 de 2009

El martes pasado fui a la Cineteca Nacional a ver El carnaval de Sodoma, de Arturo Ripstein. Nunca veo una película empezada y esta vez llegué a la función de las 20.30 corriendo, sudando, taquicárdico. Entré a la sala que indicaba el boleto, me quité la chamarra, arrepentido de llevar debajo una sudadera, me aflojé el pantalón, me quité los zapatos, aprovechando que el lugar estaba casi vacío, saqué mi cena de la mochila, y empezó una película que ya había visto: El arte de llorar en coro. Me ajusté el pantalón, me puse los zapatos, guardé mi cena y salí a ver en qué sala daban El carnaval. En el camino me encontré con el "encargado" de que todo esté mal; le reclamé y respondió que, cuando regresara, pasaría sin pagar. La función tenía unos minutos de haber empezado y, otros minutos después, decidí que yo no vería de nuevo semejante bodrio aunque fuera gratis. En resumidas cuentas, se trata de una porquería nauseabunda que difícilmente puede uno tolerar hasta el final.

Al pasar por la taquilla de regreso a casa, vi un anuncio de que este jueves estarían Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego en la función de las 18.15. Ingenuamente supuse que escucharían la opinión del público, así que escribí una crítica de una cuartilla para la ocasión. Entré sin pagar, asombrado por la soberbia de los expertos en el autosabotaje, acostumbrados a esperar que el público también se acostumbre a sus estupideces.

Arturo Ripstein se presentó antes de la función. Parecía tenso. Hizo una serie de comentarios que pueden resumirse en dos palabras: "Soy mediocre". Y se fue sin interlocución alguna con el público. "No solo eres mediocre", pensé. "Además eres cobarde". Toleré por segunda vez y por error algo que no merece nadie, ni siquiera el público de la Cineteca Nacional. Tampoco merece comentario alguno, pero ya lo escribí y helo aquí:

El carnaval de Sodoma (2006), de Arturo Ripstein, confirma la impresión que me dejó La virgen de la lujuria (2002), su bodrio anterior: que Ripstein y compañía tratan de compensar la falta de talento, calidad, creatividad y buen gusto con una doble provocación: la del título (siempre la misma sintaxis, como sello) y la ofensa, primero a los refugiados españoles en México y después a los chinos; en ambos casos, ofenden también al público. Independientemente del lugar en donde ocurran los hechos, según la novela homónima en que está "inspirada" la cinta, El carnaval confirma y reafirma otro sello de Ripstein y Paz Alicia Garciadiego, su esposa y guionista: reproducir sin excepción prototipos de mexicanos con vocación de jodidos, pero el patetismo grotesco de los personajes (que rima con ridículamente pintoresco y despectivamente caricaturesco) tiene un efecto de búmerang, al proyectar el patetismo grotesco de los realizadores, que van de mal en peor. Aquí ocurre, por ejemplo, la aberración de que todos los clientes de un putero son inconscientemente homosexuales. Los que no son impotentes, se encaman con un hombre que de ninguna manera parece mujer, pero ellos creen que lo es, como si alguna droga en el té chino los embruteciera más. Este hecho no solo es inverosímil, sino que crea serias dudas sobre la salud mental de Ripstein y Garciadiego.

En cuanto a lo demás, la primera mitad de la película se caracteriza por las pésimas actuaciones de todos y una escenografía de papel de estraza, como siempre, de ínfima calidad, improvisada y barata, algo que también caracteriza a Ripstein, es otro de sus sellos. Los diálogos y monólogos de Garciadiego no son menos absurdos. El humor no es negro, como pretende, sino gris. El sentido de la narración, pretenciosa y pretendidamente circular, es repetitiva, reiterativa y redundante hasta la náusea, porque además se regodea en la inmundicia y la degradación, lo cual es congruente con todo lo anterior y quizá también intenta ser una provocación para causar polémica y escándalo, a falta de aporte alguno, así sea mínimo.

Por simple curiosidad, me pregunto cuánto habrá costado este bodrio infame, peor que el anterior, y por qué lo conocemos hasta ahora.

[] Iván Rincón 10.10 PM

Abril 14 de 2009

Ayer fui en coche al Centro Universitario Cultural (CUC), mi centro de operaciones hace muchos años. Antes de llegar a Universidad por Río Churubusco tuve que desviarme a Coyoacán porque la ebrierard que desgobierna esta ciudad había cerrado por enésima vez ese tramo. Al llegar a los Viveros, el tráfico dobló a la izquierda, como indica la flecha, pero yo iba a la derecha y eso hice, doblé en sentido contrario, a riesgo de cruzarme con una patrulla que me dijera: "Oríllese para la orilla". Una camioneta negra me siguió y otros coches la siguieron a su vez, de manera que el tráfico se hizo repentinamente de doble sentido. Ignoro qué marca era la camioneta, porque soy absolutamente ignorante en marcas de carros, pero era una de esas cosas lujosas y egoístas, valga la redundancia, que cuestan lo mismo que mi departamento. Al llegar a Universidad, el tránsito iba a la derecha, pero yo a la izquierda, así que atravesé el camellón por la banqueta, y la camioneta negra hizo lo mismo. Una vez orientado hacia el sur, rebasé a una patrulla de la policía judicial. La camioneta continuó detrás de mí hasta Copilco, en donde me desvié rumbo al CUC y alcancé a ver detrás de su parabrisas una placa del Senado de la República. Al seguir en dirección a Insurgentes, el chofer se despidió de mí, como diciendo: "¡Bien hecho, compañero! ¡Así se hace!"

Esta complicidad espontánea me hizo reflexionar tanto en la audacia de cafre defeño, caricatura de James Bond al volante, como en lo mucho que tenemos todos en común bajo el régimen del caos cotidiano que ha causado la onda Ebrard. Nuestras decisiones inmediatas son las de un estado de excepción en el que lo normal es que no haya normas ni policía suficiente para vigilarlas, así sea en su propio beneficio, como también es normal. El enanismo magno, hay que insistir, no es nuevo ni exclusivo de esta ciudad, en donde ha llegado al extremo, ha alcanzado un grado nunca antes visto, un nivel inconcebible, salvo acaso en películas como El fin del mundo.

Es obvio que las cosas podrían hacerse bien, pero también es obvio que hay gente con vocación de desastre, como el Gran Hermano, antes carnal Marcelo, gente que nunca está a la altura de sus propios proyectos, gente enana, a la que siempre le queda grande el paquete y, en vez de crecer, se autoengaña y autosabotea. Además de los ejemplos que he dado con insistente rencor y rencorosa insistencia, están los foros de letras dizque libres y dizque interactivas, el monstruo desastroso de internet por antonomasia, que es hi5, y, desde luego, Radio Educación. Un precedente del fracaso monumental o monumento al fracaso que representó el dizque frente dizque zapatista fue la caravana pretenciosamente llamada "Entre el EZLN y el ejército federal estamos nosotros" (octubre de 1994), en la que tuve la vergüenza de participar y la cual no podía tener un nombre que le quedarle más huango. Esta neta me la hizo ver alguien en el CUC de Copilco, de los frailes dominicos, al coincidir en las oficinas del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, hace muchos años, y la recordé ayer que regresé desencantado al presente, creyéndolo pasado.

[] Iván Rincón 6.20 PM

Abril 9 de 2009

Desierto adentro, de Rodrigo Plá, es la mejor película mexicana que he visto después de Mezcal, de Ignacio Ortiz Cruz, pensó mi otro yo antes de que sobreviniera el tedio y empezara a bostezar. "El ritmo, carajo, está fallando el ritmo", espetó La Bruja. Causa y efecto, comenté. Por lo visto, su efecto soporífero es la causa de tantos premios y reconocimientos. Así como hay escritores que escriben para seducir a un jurado y no a un público masivo, hay cineastas que hacen bodrios enervantes para marear primero al jurado y después al público. Finalmente, lo único en común que tienen Desierto adentro y Mezcal es la fotografía de Serguei Saldívar Tanaka. Por lo demás, Desierto adentro se parece más a la primera versión fílmica de Pedro Páramo, casi insufrible, para mi gusto, al menos en la Cineteca Nacional, donde ver cine de otras épocas es una tortura sadomasoquista. Paradójicamente, las dos veces que pude ver Mezcal, confundí su atmósfera necrófila con el espíritu de Juan Rulfo, a pesar de estar inspirada en Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. Hacia el final de Desierto adentro, en cambio, encontré una relación con Cien años de soledad. Aureliano Segundo no se llama Segundo ni se apellida Buendía, pero su abuela bendice al descendiente maldito con una cruz de carbón en la frente. Pequeño guiño para quienes hemos leído más de una vez la obra cumbre de la literatura latinoamericana y seguimos considerándola nada menos que eso, así como a su autor el gran maestro, el maestro de maestros, el maestrísimo, sustantivado, aunque su participación en guiones cinematográficos sea tan mediocre como la de Carlos Fuentes, quien convirtió una novela perfecta en un guión de pesadilla delirante, alucinación fumada, para una película con un reparto en el que ni siquiera Julissa y Jorge Rivero son lo peor. ¡Qué repartida le dieron a Pedro Páramo! ¡Qué gran reparto de madre! "¿Eso escribirás en tu blog?", preguntó La Bruja en el camino de regreso a la taquilla, y respondí que no; escribiré que Desierto adentro es una versión mejorada (épica, para empezar) de El castillo de la pureza, de Ripstein. Al cabo mi blog no tiene más censor que yo ni más lectores que ustedes.

Mientras La Bruja compraba mi boleto para ver en seguida Cría cuervos, de Carlos Saura, escuché que alguien preguntaba sobre el tema qua trata "la película de Ana de la Reguera" (sic). "Trata de las muertas de Juárez" (resic). No es la primera vez que escucho eso, recordó mi otro yo. Una persona inclusive había llegado a la taquilla pidiendo "un boleto para las muertas de Juárez" (requete sic). Yo no vería esa película de nuevo y, en el último de los casos, lo haría nada más para contar las veces que dicen "las muertas de Juárez" o simplemente "las muertas" (unas sin cuenta). Lo peor de Backyard / El traspatio no es el aspecto enfermizo de la "subcomandante" que dispara con la zurda ni su trasero gordo ni su pésima dicción o su dislexia, ni la ínfima calidad del sonido (quizás atribuible a la cineteca), sino la reiteración ofensiva, el insulto a la sensibilidad que la transforma en legítima ira. A ver, bola de pendejos, no son "las muertas de Juárez"; son mujeres vivas, en su mayoría trabajadoras, secuestradas, violadas, torturadas, mutiladas y asesinadas en Ciudad Juárez; muchas fueron desaparecidas y muchas no son "de Juárez", sino originarias de otros lugares. Decir "las muertas" se refiere a la muerte como algo natural, cuando en realidad se trata de asesinatos, feminicidios o femicidios con todos los agravantes posibles. Decir "las muertas" sería válido para cualquier lugar del mundo que no fuera Juárez ni alguna otra ciudad en donde suceda este síndrome de barbarie reproducida sistemáticamente a gran escala, como un holocausto o alguna otra posibilidad de exterminio humano o genocidio.

Cada vez que escucho "las muertas de Juárez" me hierve la sangre porque generalmente lo dice gente que finge no ser indiferente al tema, estar preocupada y hasta ocupada, gente falsa, hipócrita, demagoga, inclusive oportunista, o simplemente imbéciles, descerebrados como los que van a la Cineteca Nacional y no distinguen entre un DVD y un carrete. Los enanos que desgobiernan el recinto han logrado reducir su público a más enanos como ellos. Hacia el final de Desierto adentro, dos enanos que "trabajan" allí se pusieron a gritar y sus gritos invadieron la sala y contaminaron la película. El público tuvo que salir después por otra puerta, pero alcancé a ver que uno de los enanos gritones era el que cobra por estorbar con su obesidad aguada en las escaleras el paso de la gente. Cuando entramos a la sala donde sería proyectada Cría cuervos, había música a todo volumen y los enanos del público platicaban a gritos y pateaban los asientos con singular alegría. Como la película es vieja, el ácaro aplicó una de las reglas doradas del lugar: cuanto más baja sea la calidad del audio, más alto hay que ponerlo (el máximo nivel es el cuatro y ese pusieron), nanque revienten los oidos, pos si revientan, mejor, pa' que naiden se queje luego. Obviamente, los ácaros están sordos y ciegos, además de ser retrasados físicos y mentales, pero tienen y mantienen secuestrada la cineteca en el ejercicio del poder por derecho consuetudinario...

Volveré a ver Desierto adentro, quizás en otra parte, cuando haya visto suficiente cine como para quitarme el amargo sabor que me dejó el enanismo magno, y cuando haya dormido también lo suficiente y haya tomado suficiente cafeína. Por lo pronto, mi voz en el desierto de la soledad clama y reclama como siempre que se vayan todos de la Cineteca Nacional, que no quede nadie en pie, que mi desierto interior se extienda hasta que solo quede el polvo de lo que alguna vez fueron huesos.

[] Iván Rincón 9.02 PM

Abril 2 de 2009

Backyard / El traspatio

Es un buen intento de aproximación al tema del holocausto en Ciudad Juárez, Chihuahua. La película plantea diversas hipótesis, todas válidas: una maraña criminal al servicio de personajes como «El Egipcio», que le ha servido a la policía para solapar sus propias trapacerías o al menos su ineficiencia, ineficacia, ineptitud exasperante y escandalosa, que inspira desconfianza y sospecha, porque no puede ser ajena a la corrupción; lo que ocurre en Ciudad Juárez y otras ciudades no sería posible sin una amplia red de complicidades en todas las esferas, desde lo más básico hasta las cumbres del poder político (poder formal, diría Lydia Cacho, en la medida que detrás está el poder fáctico del crimen organizado), para crear un ámbito de impunidad en el que la barbarie deja de ser noticia, se vuelve cotidiana y normal, si acaso materia prima para la prensa alarmista y la nota roja.

Con recursos periodísticos / informativos que hacen del thriller policiaco un documental, casi reportaje, el planteamiento de la información es correcto, aunque no aporta nada nuevo al público medianamente informado; la falla está en que, por momentos, es denso y, por momentos, aburrido, soporífero. No hay equilibrio entre la documentación y la acción. Los méritos del guión de Sabina Berman se pierden en la dirección de Carlos Carrera, que no está a la altura de las expectativas (por el éxito de El crimen del padre Amaro como precedente), al romper el ritmo a cada paso. Por lo demás, la trama se queda corta en su denuncia, si es que pretende tal cosa, pues los empresarios maquiladores no pasan de "las heladas aguas del cálculo egoísta" a la probabilísima perversidad o perversión, y el gobernador es un hombre con buenas intenciones y voluntad, pero políticamente impotente, frustrado, maniatado, que dedica entonces su atención a la imagen pública y desatina en la elección de su gabinete. Una historia valiente haría sospechosos a todos los políticos, incluyendo a los gobernadores y presidentes, los del municipio y los del país, así como a los empresarios con quienes hay una relación de favores mutuos.

Otras fallas de la película están en la personificación de los dos héroes. Para empezar, el hecho de que haya héroes en el cine parece un vicio contagioso, y tratándose de Ciudad Juárez es imperdonable. A eso hay que agregar que Ana de la Reguera, quizá para quitarse el estigma de mujer bonita que tanto estorba a su escaso talento, se dejó demacrar y engordar las chaparreras hasta que su cara pareciera la de una indigente y su cuerpo el de una cincuentona sedentaria. En el papel de mujer policía que dispara con la mano izquierda (¡qué original!), es la antítesis de Jodie Foster en El silencio de los inocentes. No menos convincente es el locutor que funge como autoridad moral de la trama, la voz de la conciencia, encarnada por un actor que ni por asomo habla como locutor y hace un aspaviento grotesco al sacar su grabadora como si desenfundara una pistola en su no-entrevista a la mujer policía, quien termina la conversación con una frase lamentable: "Hágame un favor: a mí ni me mencione". Hasta ese instante uno suponía que ella era una mujer inteligente y sensible, no una débil mental que terminará convertida en la versión femenina de Harry el sucio.

En resumidas cuentas, se trata de un esfuerzo honesto, pero con más fallas que méritos. Los errores menores abundan y para muestra un botón: un policía raso mira a la cámara dos veces al encontrar el cuerpo de una víctima en la árida soledad del desierto.

[] Iván Rincón 9:36 PM

Posdata Cineteca Nacional. Allí todo ha cambiado para seguir igual. En aras de la transparencia, los secuestradores del recinto dizque "nacional" y saboteadores profesionales del cine mundial tienen obligación de informar cuánto han gastado en una "modernización" que se detiene a las puertas de las salas de proyección, y el público tiene derecho a conocer esa información. Además del carísimo desastre que es ahora el estacionamiento y la franquicia a los explotadores del Café La Selva, ¿qué hace falta para que las películas sean proyectadas con la calidad de imagen que existe en cualquier sala comercial de cualquier ciudad del país y del mundo? ¿Qué hace falta para que se vayan todos, empezando por el director y el que cobra por estorbar con su obesidad al público en las escaleras?

Posdata Sala Nezahualcóyotl. Vengo de allí. Fui a la presentación del libro Espejos, de Eduardo Galeano. La sala se llenó a su máxima capacidad, y cientos de personas quedamos afuera... Me alegra que sucedan estas cosas. Desde la presentación de Samuel Ruiz en el Auditorio Ché Guevara hace quince años, yo no había visto que se repitiera este fenómeno. Ayer ocurrió lo mismo en el Palacio de Bellas Artes. Por lo visto, el público de la Cineteca Nacional es el que merece la Cineteca Nacional. El que aglomeró hoy la Sala Nezahualcóyotl merece algo mejor.

[] Iván Rincón 9:54 PM

Posdata posterior al post anterior. No era necesario llevar tan lejos la memoria. Ahora recuerdo que, al presentarse José Saramago en el Palacio de Bellas Artes, cientos de personas tuvieron que escucharlo desde afuera. Después me decepcionó el escritor con las estupideces que dijo sobre las FARC, estupideces por las que una inteligencia superior a la suya, la de James Petras, acabó con él, lo hizo añicos. Eduardo Galeano, en cambio, no creo que nunca me decepcione. Por el contrario, me parece confirmar que no hay mayor carisma ni magia más seductora en la personalidad que la inteligencia.

[] Iván Rincón 06/04/09